Perros y niños en una misma familia

7:24:00 p.m.


Aunque mucha gente piensa que los accidentes entre perros y niños suelen ocurrir cuando el perro es desconocido, la realidad es que esto no es así. La mayoría de accidentes se producen cuando el crío interacciona con el perro de la familia. Este estudio realizado por expertos de la Universidad de Viena asegura que la culpa la tenemos los adultos, que no estamos suficientemente atentos o no sabemos reconocer las situaciones de riesgo.

El perro de casa siempre es bueno

Cuando un niño se encuentra con un perro desconocido, los padres o los adultos que están a cargo del crío suelen acudir rápido diciéndole al niño “ten cuidado” y apartándolo del posible peligro. No ocurre lo mismo cuando el perro es de la familia, cuando es el perro de casa.
Tendemos a pensar que el perro de casa no morderá a nuestro niño porque confiamos plenamente en él. Los padres permitimos que los niños se diviertan y abracen al perro sin tener en cuenta que el animal puede sentirse acosado y reaccionar con agresividad.
Cuando el perro es de la familia, presuponemos que tendrá paciencia suficiente para tolerar cualquier tipo de manipulación por parte de nuestro niño o niña. Esto es un error.



“El 84% de los accidentes en los que el perro muerde se producen en presencia de los padres”, explica la autora del estudio Christine Arhant. Ello nos conduce a pensar que los adultos necesitamos estar mejor informados sobre qué situaciones pueden ser peligrosas entre perros y niños y cuáles no. Aprovecho para recordarte este post que publiqué hace algún tiempo sobre cómo evitar que un perro muerda a un niño.




El perro de casa NO siempre es tan bueno…

La realidad es que el perro de la familia no siempre tiene tanta paciencia como habíamos presupuesto y que el índice de accidentes entre niños y perros que terminan en el hospital es mayor cuando el can es conocido que cuando es ajeno a la família.
Los perros, como nosotros, también necesitan su espacio y no siempre tienen ganas de ser abrazados, acariciados, cepillados o incluso besuqueados por nuestros niños. Salvo excepciones muy concretas, un perro siempre expresa incomodidad antes de lanzarse a morder. El problema es que el niño no sabe interpretar esas señales de disconformidad.
Los niños malinterpretan el lenguaje corporal de los perros y a menudo describen imágenes de perros enseñando los dientes como perros felices y sonrientes (Meints et al 2010).
Por eso es responsabilidad de los adultos supervisar cualquier interacción entre perros y niños. Sin embargo, los resultados del estudio de la Universidad de Viena alarman al descubrir que el 50% de los padres permite al crío acurrucarse o jugar con el can tanto como desee. Y el mismo porcentaje deja al menor con el perro sin supervisión.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que la mayoría de accidentes se producen cuando el niño inicia la interacción con el perro y su intención es positiva. Es decir, no es que el niño vaya a pegar al perro y el perro responda con agresividad sino que el crío lo que pretende es acariciarlo, abrazarlo o besarlo y eso es interpretado como un acoso por parte del perro.

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